No es ningún secreto que en la guerra posesoria de terreno en Ucrania, que mantiene el presidente de los rusos Vladimir Putin, éste, amenaza con lanzar una bomba atómica, no se sabe dónde, ni con que justificación, aunque si se puede deducir la pretensión, y es que el susodicho tiene en mente, y no es baladí, efectivamente romper con ese efecto, ya no tan disuasorio, por no hacer uso de ese tipo de armamento destructivo mundial.
La justificación es bien clara, si somos,- pensará Putin-, la mayor potencia en armamento nuclear, y no se nos tiene temor alguno por ello, hasta el punto que la amenaza no es suficiente para que Ucrania reciba armamento convencional de otros países, y nos esté eso ocasionado pérdidas de terreno conquistado, y muertes de soldados rusos, pues habrá que hacer uso real de ese armamento, a ver si de esta manera se nos toma en serio.
Así está la cosa, y si alguien tiene dudas, aunque una vez más se niegue lo evidente, que tenga como ejemplo el sabotaje del oleoducto de gas, que va de Rusia a Dinamarca, en el que está implicado el propio Gobierno de Rusia, en su estrategia de tierra quemada.
¡Que la quiere lanzar Putin!, y que busca cualquier excusa, no quepa la menor duda, y que lo hará si surge la oportunidad o idoneidad del momento, en su mente lo tiene previsto.
¿Dónde?, sería lo más razonable pensar que lo haría tal vez en Ucrania, en zona lejana a la ocupada, y a la propia Rusia, pero puede ser en cualquier lugar de Europa, incluida España, depende del grado de resentimiento que tenga el líder ruso, sobre ese país, y por ello Polonia puede ser el lugar elegido, llegado el caso.
La alerta para evitar las consecuencias del lanzamiento, y los medios defensivos que bien pocos países tienen, deben estar al máximo de sus posibilidades, pues cuesta pensar que tras el COVID, la propia guerra en Ucrania, tengamos una tercera crisis mundial, que además de cobrarse cientos de miles de vidas, al momento, más las posteriores, y los efectos en la salud y de tierra quemada, que ello puede ocasionar, nos haría mucho más difícil tener un periodo de bonanza económica mundial, que nos alegre lo que nos queda de vida por naturaleza.
Redacción ASIGC