La Guardia Civil en la catástrofe provocada por el volcán de La Palma

Hemos estado viendo con detalle diario la evolución de la erupción del volcán en la isla de La Palma de las islas Canarias, y la intervención que como consecuencia de ello tuvo de inmediato la Guardia Civil, ante un acontecimiento tan catastrófico y tan arriesgado para la integridad física de las personas, como lo es la expulsión del magma, gases, cenizas y demás elementos piroclastos.

¿Qué hizo la Guardia Civil en ese primer momento? Pues ante todo informar, facilitar las vías de escape, y ayudar a los vecinos en la evacuación. Su presencia fue más para dar tranquilidad y seguridad de lo que había de hacerse, coordinando la salida, que para salvarles, pero ello sobre todo proporcionó lo que en el Reglamento antiguo de la Guardia Civil se recoge como, “el guardia civil será un pronóstico feliz para el afligido, infundiendo la confianza de que a su presentación el que vea su casa presa de las llamas considere el incendio apagado…”.

No pudo ser así en el caso de fuerza mayor de la naturaleza, porque no había forma de interponerse ante el río de lava a más de mil grados, pero algo pudieron salvar con los moradores de las viviendas, al facilitar la inmediata e imprevista evacuación.

Fueron los primeros en llegar, antes que cualquier otro servicio como protección civil, bomberos, o incluso la UME que fue requerida a posteriori para intervenir con medios, en casos del tipo que tan extrañamente se suceden en nuestro país, las erupciones volcánicas.

No es extraña esa pronta intervención porque son los únicos con un despliegue sobre el terreno de continuo, y ello fue agradecido incluso por los vecinos evacuados, que recordaron que la primera imagen que vieron llegar fue precisamente la de la Guardia Civil, que por ese solo hecho, ya genera algo más de tranquilidad y seguridad en los ciudadanos, que saben que hay alguien más para compartir con ellos el desagradable momento en el que además de temer por sus bienes, temen por sus vidas.

Además de dar tranquilidad y ayudar, los guardias civiles también transmiten respeto, por lo que en lugar de entrar a discutir los vecinos, sobre la idoneidad de una actuación u otra, o de preservar más o menos de los bienes del domicilio, siguieron sin dudar las indicaciones de los agentes, dando por sentado que serían las mejores posibles, al conocer ellos mejor que nadie lo que estaba pasando.

Han sido días duros para los guardias civiles, no sólo por ver a sus convecinos, en la situación de desamparo, con pérdida de todo lo más preciado, incluido el domicilio, y siendo que alguno de estos guardias civiles se encontraban también en la misma situación, de haber perdido su vivienda; sino porque los servicios requerían de una constante presencia estática en muchos casos, para regular el tráfico, impedir el acceso a los lugares restringidos, o dirigir la circulación a los lugares que pudieran ser seguros, o se permitiera el acceso puntual para recoger recuerdos, enseres, documentos, en las viviendas amenazadas por la lava, pero que aún, por el desarrollo de los acontecimientos, permitían su rescate.

Un día tras otro viviendo en esa tensión, y con esa exigencia de estar sin descanso de pie, o en actividades que no permitían la relajación.

La Guardia Civil se ha demostrado una vez más, resulta útil no sólo para prevenir la seguridad ciudadana o la vigilancia en las carreteras, sino que también lo es en situaciones resultado de calamidades, catástrofes, epidemias, y otras situaciones en las que sin profesionales que transmiten seguridad, podrían dar lugar a situaciones de riesgo y de anarquía.

Y es que la Guardia Civil solo con su presencia transmite tranquilidad, porque permite al ciudadano no sentirse solo para abordar el problema, y tener la seguridad que si la situación tiene remedio, son estos profesionales los que puede proporcionarla.

A lo largo de su historia han sido muchos los guardias civiles fallecidos en riadas, incendios u otras calamidades, que arriesgando sus vidas, a veces casi de temeraria forma, pretendían salvar las de los demás, imbuidos de ese sentimiento de generosidad y responsabilidad que les lleva a darlo todo por intentar salvar a quien esté en riesgo.

Al fin y al cabo son personas, en el mejor de los casos con buena forma física, y con medios, un vehículo todo terreno, más su pericia para solventar los problemas en lo posible.

Desde la redacción de esta revista ESPÍRITU BENEMÉRITO, queremos congraciarnos una vez más con la labor benemérita de la Guardia Civil, que aún de ser superada en la actualidad por otros Cuerpos especializados en esta función, como lo es Protección Civil, o la Unidad Militar de Emergencias, que ponen sus medios en funciones de salvamento y para combatir estos desastres, la Guardia Civil sigue estando ahí, como primeros intervinientes, para facilitar a posteriori la labor de estos otros profesionales, también beneméritos.

Siga la Guardia Civil por tanto transmitiendo serenidad y seguridad a todas estas personas afligidas, y a ser posible, cuando se pueda, salvando vidas por su pronta intervención.

Redacción ASIGC