Cuando hablamos de la Guardia Civil y de sus problemas, sí quien lo hace la ve desde fuera, tiene una imagen estereotipada de la Institución, -más o menos prestigiosa-, pero si quien la ve desde dentro, es quien la representa con su trabajo, y a su vez sufre su régimen, la ve de otra manera.
Es la Guardia Civil un Cuerpo de Policía militarizado que sobrevive al paso de los años, gracias precisamente a su permanencia territorial y a la función de seguridad ciudadana en los municipios donde mantiene esa competencia, cuando por la ley de fuerzas de seguridad del Estado se hizo la división entre Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil.
Un Cuerpo que sí mantiene su prestigio, es más por su función, que por su propio carácter, que le viene más precisamente por el peculiar servicio que presta, que por su naturaleza militar. Y es que por diferencia de funciones, constitucionalmente hablando, no son, ni mucho menos parecidas las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Seguridad.
No es igual la defensa ante un ataque bélico exterior, que la defensa interior. Ni las funciones, ni el servicio que prestan, ni las situaciones, ni los medios que emplean, se parecen en mucho, más bien en poco.
Parece que se lleva bien esa naturaleza y esos desfiles, con la uniformidad y el gorro característico, tricornio, en los actos de representación y solemne, pues nadie duda, que tan peculiar atuendo, respecto a la prenda de cabeza, hace a la Guardia Civil todavía, un Cuerpo singular.
Y los de dentro por qué hacemos crítica, cuando nadie duda de avances sociales y económicos. Evidentemente porque aún queda mucho por mejorar, o incluso para sostener las infraestructuras, queda mucho por hacer.
El uso del poder para incurrir en arbitrariedad y desviación de p0der.
Se hablado internamente de cambios en la forma de evaluación del trabajo en la Guardia Civil, lo que se llama IPEGUCI, y parece que casi por impulso interno, algún movimiento escénico se quiere hacer.
Resulta ahora que lo que se ideó para motivar y estimular al guardia civil en el trabajo, se ha convertido, por ser asociado la promoción interna, e incluso a la permanencia en la Guardia Civil, en el arma más eficaz para incurrir en la arbitrariedad y la desviación de poder. Para desatar en los que lo hacen, ese sentimiento desmedido de poder, que no exige más que rellenar una quiniela, poniendo notas a características de personalidad, que puede se discrecional y a lo peor inventarse, pues raro es que se fundamente en unos hechos observados, debidamente contrastados y ponderados, y tan graciosamente, ante tal facilidad, se incurre con ello en violencia moral e injusticia, para decirlo de forma que se entienda.
¿Cómo combatir el abuso de poder?, de ejercerlo persona alguna, si para ello se les dota de instrumentos, que sin control, sirven para lo que no han sido creados.
Pero qué difícil es combatir algo así, si los únicos que podrían combatirlo lo instrumentalizan para ese mal entendido principio de autoridad, esto es, que sea como sea, el que ostenta un cargo, y haga lo que haga, siempre estará bien.
Si nadie lo discute, nada se comprueba, ni nada de lo que sea prueba en contrario se tiene en consideración, cómo no van a seguir en ese camino de desviación de poder, aquel que la ejerciera.
O a lo peor resulta que el que hace el IPEGUCI sigue las instrucciones, o sigue las directrices, de quien está en organismos superiores, o tan superiores como el máximo responsable.
Todo se fundamenta en lo mismo, jerarquía, disciplina, y subordinación. Sigue las instrucciones de la cadena de mando.
Si quieres tener éxito haz lo que te pida, sea o no, más o menos justo, sea o no según tu criterio, y verás que bien te va.
Es esa precisamente la característica más peculiar y singular de la Guardia Civil, pregunto. Tal vez sea esa, la que la distingue y, por lo que es tan querida.
Cuando la disciplina es el instrumento de consecución de la legalidad, sin duda es muy importante, pero cuando la disciplina se usa para combatir a las personas, buscando de propósito el fracaso de éstas, y su exclusión, cuando eso es así, ya no hay disciplina, hay injusticia.
Que todo es relativo, ya lo sabemos. Como sabemos que pocos en la historia reciente han sobrevivido, no una, sino diez veces o más a la injusticia.
Un político inteligente, un juez inteligente, un cargo de la Administración inteligente, sabe cómo no ser utilizado, y si lo han sido, fácil es rectificar y poner remedio.
Gracias a eso los ciudadanos normales y corrientes, sobreviven a aquellos que se consideran legitimados, o en uso de la razón más absoluta, para hacer según su parecer o forma de entender la vida.