El conflicto entre Israel y Palestina

Una oportunidad de solución de un conflicto, del que unos parecen avanzar hacia la consecución de más territorio y dominio, y otros, que no están dispuestos a zanjar el conflicto con el cumplimiento de determinados acuerdos, por el que se ponga fin al mismo.
Israel bajo la premisa de que tiene derecho a defenderse de los ataques del pueblo Palestino, o de una parte de ese pueblo, que hace uso de las armas para ello, cuando puede, con una organización paralela a la institucional, HAMAS, se justifican así con lo que han hecho o hacen.
Como poner remedio en un conflicto donde unos son más agresores que otros, o más dominadores que otros, y no cumplen con lo internacionalmente acordado para ambas partes, y otros no están dispuestos a renunciar a echar a los judíos del territorio que consideran propio y de los musulmanes.
Todos tienen su justificación para sostener el conflicto armado, unos para que no ganen terreno y se desarrollen generando un mayor peligro, si como nación autónoma y soberana, ayudada por el resto de países musulmanes, crece, y se hace más fuerte frente a ellos.
Otros se justifican, ante los no pocos actos de agresión a los derechos humanos, incumplimiento de pactos y convenios internacionales, y de las Naciones Unidas, y ante numerosísimos agravios a lo largo de la historia del resurgimiento de Israel.
Y en medio de eso un clima de no entendimiento, donde diversidad de facciones e intereses colisionan, para no presentarse como un bloque unido, que pueda negociar y hacer cumplir, las negociaciones de solución definitiva del clima de hostilidad y guerra.
La intervención de Israel decida a todo, bajo su ley del talión, ojo por ojo y diente por diente, y de HAMAS u otros grupos mayoritarios sociales, no dispuestos a llegar a acuerdo alguno, más que jurando la guerra santa en defensa de los derechos históricos territoriales y religiosos de todo lo arrebatado por Israel, no parece que haga fácil un acercamiento de posturas.
Para lo anterior asistimos a lo que por los siglos de los siglos, han sido las formas de resolución de conflictos y disputas territoriales por los seres humanos, la guerra, el aniquilamiento de unos por otros, o la destrucción de unos y otros, quedando los supervivientes como testigos del resultado de los enfrentamientos a muerte por la fuerza, entre tribus, pueblos o naciones.
Podría ser el inicio de un acuerdo definitivo, reparto de territorio, nueva definición de fronteras, uniendo territorialmente una parte de Gaza con Cisjordania, y la cesión de terreno intermedio a los palestinos, a cambio para Israel, de esa parte de Gaza que va a ser aniquilada, físicamente, cuando se marchen de ella sus últimos moradores.
El resurgimiento de dos naciones, territorialmente distintas, separadas, sin que Israel intervenga para nada en el territorio Palestino, y reconociendo ambas partes las fronteras así resultantes.
Actuando Palestina como país soberano, pudiendo Israel, llegado a ello en ese caso, defenderse de cualquier agresión extranjera, en la forma convencional que le legitime.
Asumiendo Israel ese riesgo de agresión posterior, de existir aún de los acuerdos, tras articularse el Estado soberano de Palestina, absolutamente independiente y auto gobernado, una amenaza terrorista interna, si consigue imponerse a los gobernantes democráticos que acepten la paz, o incluso en democracia, sí se decide por los que allí gobiernen, declarar la guerra al Estado israelí.
Para evitar lo anterior, sin duda, será necesaria la connivencia y colaboración, en ese sentido, de ambos Estados.
Llegado a esto si eso fuera posible, tanto unos como otros, desgraciadamente, deberán persuadirse y rendirse a los acontecimientos que se deducen ocurrirán, sangre de una parte y de otra, destrucción, miseria.
El verle, no solo los dientes al lobo, sino las consecuencias de las graves mordeduras del lobo. Lo que queda después de una guerra, en la que nadie gana, solo deja muertos, heridos, desgracias, dolor, destrucción.
Aunque podamos estar ante una disputa desigual, -cuál de las partes actuará de forma más ruin y mezquina-, y aun de ser desproporcionada la lucha, en una u otra parte, muriendo como siempre los más desvalidos e inocentes, o los justos por pecadores, será ese desastre el que por desgracia, tal vez, haga reaccionar y persuada a los enfrentados, de que es solución, llegar al acuerdo y cumplirlo.